lunes, 14 de febrero de 2011

LA DIOSA BLANCA

Soy un ciervo: de siete púas,


soy una creciente: a través de un llano,

soy un viento: en un lago profundo,

soy una lágrima: que el Sol deja caer,

soy un gavilán: sobre el acantilado,

soy una espina: bajo la uña,

soy un prodigio: entre flores,

soy un mago: ¿quién sino yo

inflama la cabeza fría con humo?

Soy una lanza: que anhela la sangre,

soy un salmón: en un estanque,

soy un señuelo: del paraíso,

soy una colina: por donde andan los poetas,

soy un jabalí: despiadado y rojo,

soy un quebrantador: que amenaza la ruina,

soy una marea: que arrastra a la muerte,

soy un infante: ¿quién sino yo

atisba desde el arco no labrado del dolmen?

Soy la matriz: de todos los bosques,

soy la fogata: de todas las colinas,

soy la reina: de todas las colmenas,

soy el escudo: de todas las cabezas,

soy la tumba: de todas las esperanzas.
 
 
 
 


... Adopta otras innumerables formas malévolas, diabólicas o de serpiente.


La Diosa es una mujer bella y esbelta con nariz ganchuda, rostro cadavérico,

labios rojos como bayas de fresno, ojos pasmosamente azules y larga cabellera rubia; se

transforma súbitamente en cerda, yegua, perra, zorra, burra, comadreja, serpiente,

lechuza, loba, tigresa, sirena o bruja repugnante. Sus nombres y títulos son

innumerables. En los relatos de fantasmas aparece con frecuencia con el nombre de «La

Dama Blanca», y en las antiguas religiones, desde las Islas Británicas hasta el Cáucaso,

como la «Diosa Blanca». No recuerdo poeta auténtico alguno, desde Homero en

adelante, que no haya registrado independientemente su experiencia de ella. Se podría

decir que la prueba de la visión de un poeta es la exactitud de su descripción de la Diosa

Blanca y de la isla en la que gobierna. El motivo de que los pelos se ericen, los ojos se

humedezcan, la garganta se contraiga, la piel hormiguee y la espina dorsal se

estremezca- cuando se escribe o se lee un verdadero poema, es que un verdadero poema

es necesariamente una invocación de la Diosa Blanca, o Musa, la Madre de Toda Vida,

el antiguo poder del terror y la lujuria, la araña o la abeja reina cuyo abrazo significa la

muerte. Housman ofreció una prueba secundaria de la verdadera poesía: que sea digna

de esta frase.de Keats: «Todo lo que me recuerda a ella me atraviesa como una lanza»

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