miércoles, 16 de febrero de 2011

DIOS ES MADRE


Es curioso como el Papa Ratzinger afirma en su libro que Dios no tiene sexo alguno y por tanto no debe ser invocado en la figura de una Madre, pero en cambio no critica el flagrante hecho de que se le invoca siempre en la figura de un Padre, pues afirma que esto sí forma parte de la tradición de los textos. Es decir que para contradecir a su antecesor Juan Pablo I, que tan sospechosa y precipitada muerte tuvo, el cual aseguraba que Dios es una Madre más que un Padre, el actual Papa Benedicto XVI argumenta que Dios no puede ser invocado como Madre ya que no posee sexo alguno, en cambio sí se le puede denominar, como habitualmente se ha hecho secularmente, como Dios Padre. ¿Entonces tiene o no sexo? ¿Acaso llamarlo Padre no implica otorgarle de forma indirecta un sexo? ¿Madre no pero Padre sí? ¿No se está claramente contradiciendo? Es evidente que utiliza un razonamiento perverso y manipulador, persistiendo con la estrategia que ha seguido la Iglesia a lo largo de su dilatada y contradictoria historia. Además los textos religiosos los seleccionaron e incluso por supuesto los escribieron (los evangelistas son figuras literarias y no personajes reales) los seguidores de la doctrina patriarcalista y por tanto ya estaban contaminados de esta tendenciosa filosofía desde un principio.








De nuevo la Iglesia persiste en su principal misión en el mundo que es implantar el modelo espiritual machista desde el púlpito teológico. La persecución de la Diosa es la principal razón de ser de esa Iglesia que forjó Constantino el Grande junto con una legión de patriarcalistas aliados o sumisos al poder de los jerarcas de este mundo. La manipulación sistemática de la verdad y de las mentes es su sutil estrategia favorita. Venderse por riquezas y por poder es su tentación más generalizada. Atribuirse la potestad de representar a la Divinidad en la Tierra e interpretar su voluntad es su continuo pecado de soberbia. Este gran pecado es compartido por la mayoría de los líderes espirituales de las religiones patriarcales.







¿Si Dios no es hombre ni mujer porqué ellos lo llaman Padre? ¿Por qué en su ilimitada vanidad y presunción se consideran depositarios de la verdad religiosa absoluta y se atreven a decir a los demás lo que deben y no deben creer? Las religiones organizadas son siempre un teatro de mercaderes del espíritu que se aventuran a crear una doctrina basándose tan sólo en sus perversos razonamientos, tergiversadas verdades y personales intereses. La represión y muerte de aquellos que se les han opuesto ha sido la sinrazón de mayor peso en la consolidación de su viciado poder a lo largo de los siglos. La guerra milenaria contra la Diosa (Madre Tierra, Madre Universo, Madre Conciencia Cósmica) persiste en nuestros días desde las religiones machistas y patriarcales. Por eso, inspirados por esta perversa y ciega doctrina de quienes matan a su madre, también la humanidad destruye al planeta Madre sobre el que habita sin tomar conciencia de nuestra maldad y desprecio hacía quien nos ha dado la base de nuestro ser.







Los seguidores de las agresivas y fanáticas religiones patriarcales han estado persiguiendo a la Diosa y destruyendo los bosques y los ríos de la Tierra, esquilmando sin piedad todos los generosos dones y recursos que Ella nos ofrece para nuestra supervivencia. A cambio estas doctrinas religiosas ofertan el premio de un cielo etéreo del que dicen tener las llaves así como las claves únicas de su interpretación. La pérdida de la conciencia de la sacralidad del mundo es el mayor daño que las religiones del dios Padre han ejercido sobre el género humano. Recuperar esta conciencia del mundo sagrado así como la dormida Presencia de la Divinidad en el interior de todos los seres sería retomar el camino olvidado, la senda del retorno a aquella antigua y primigenia religión perdida que reinaba en el paradisíaco estado de conciencia en el que habitaba una parte del género humano antes de la llegada de los dioses patriarcales.







La humanidad se halla secuestrada bajo un gran hechizo mental que nos impide acceder a los niveles de conciencia que nos permitirían cambiar totalmente nuestra relación con el Cosmos y alterarían radicalmente la percepción que tenemos de la vida. Poderosas fuerzas humanas y quizá también más que humanas se oponen a ello. No obstante tenemos potencialmente la libertad y la posibilidad de cambiar las reglas de juego que nos han impuesto.







El papa Benedicto XVI, hasta hace poco al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, nombre actual de la ominosa Santa Inquisición, vuelve a sacar el martillo perseguidor de la Diosa en su último libro, donde pretende trasmitir a su rebaño de fieles católicos su visión tradicional y machista de Dios. Al mismo tiempo James Lovelock, en las antípodas del pensamiento, publica su último libro sobre el imparable cambio climático, La Venganza de Gaia, donde nos expone científica y esclarecedoramente el destino que esta humanidad ha forjado para sí misma tras siglos de destruir a la denostada y despreciada Madre Tierra. Frente a la esperada e ilusoria segunda llegada del Jesús triunfante, que retornaría del cielo con toda su gloria, nos espera en verdad como futuro una tierra devastada, esterilizada y asolada. Me parece un irónico destino para los adoradores del Cristo solar y del Padre Celestial que ahora, tras la destrucción del manto protector de la Tierra, los devastadores rayos solares (infrarrojos y ultravioletas) vuelvan yerma e inhabitable la misma Tierra que no hemos amado ni respetado.







¿Que podemos hacer para liberar a la humanidad de la mística paranoica de las machistas religiones patriarcales? La Madre Tierra se muere desde que la Diosa fue olvidada y desterrada de la conciencia del género humano. La avaricia de riqueza material desmedida de la sociedad moderna y la visión de las religiones machistas de un cielo trascendente nos ha alejado de la realidad de la Tierra como única entidad existencial verdadera donde se unen mente y materia, cielo e infierno, luz y oscuridad.




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