La Naturaleza es el fluir de la vida. Si ese fluir es bloqueado surge una carencia que origina desequilibrio y dolor. La experiencia y vivencia del orgasmo es una parte fundamental del fluir de la energía de la Naturaleza. El orgasmo es fundamental para el equilibrio de la vida. Sin orgasmo los circuitos neurofísicos de los seres vivos se estrechan. El placer forma parte indisoluble de la vida. Mas el placer ha de tener un ritmo, una dosificación, para que no sea ni excesivo ni insuficiente.
Un buen cocinero puede dar placer a nuestro paladar. Un poeta a nuestra sensibilidad. La sexualidad es la fuerza que permite la perpetuación de la vida, pero además el orgasmo sexual reequilibra la red neurológica, ya que proporciona una necesaria descarga nerviosa placentera superior a la de la rutina cotidiana. La experiencia orgásmica periódica y cíclica evita que en las etapas adultas el ser humano padezca una variada gama de consecuencias psicosexuales anormales, que van desde el sadomasoquismo a la frigidez, pasando por orgasmos insatisfactorios, compulsivos, violentos, etc. que cultivan todo tipo de patologías psíquicas y físicas, aún ignoradas por la Psiquiatría actual.
Las antiguas sacerdotisas de la Diosa se percataron de la necesidad orgásmica del ser humano para su equilibrio psíquico y físico. Por ello pretendieron incluir el orgasmo como una terapia necesaria e imprescindible en la salud de una comunidad social. Siendo ellas en aquella lejana época quienes lideraban religiosa y políticamente la sociedad establecieron el orgasmo como un sacramento religioso. En los templos sacerdotisas y sacerdotes mantenían prácticas sexuales con la comunidad dentro de una cierta liturgia (aunque no se debe confundir esto con la promiscuidad profana que es diferente). E incluso toda mujer mantenía al menos una vez en su vida una relación sexual en el templo de la diosa o dios del amor.
Así la diosa habla a las sacerdotisas y dice de sí misma: Una prostituta compasiva soy. Compasiva porque comparte la pasión y la emoción del ser humano y la reequilibra sanándola. Compasión no es tener pena de los demás. Sino compartir su pasión, su emoción, para poder ayudarle y redimirle. Las sacerdotisas, las pro stares, las prostitutas sagradas sabían que el orgasmo no es un pecado vergonzoso sino una tensión y explosión neurobiológica necesaria para el equilibrio orgánico. Si el orgasmo se desestructura lo hace también el organismo, tanto si es por exceso como por carencia. Las sacerdotisas de la Diosa del Amor cultivaban el arte del orgasmo revitalizador, evitando que la sociedad cayera en todo tipo de orgasmos enfermizos. Algo que es común en las sociedades que hace tiempo perdimos la bendición de la Diosa del Amor
Mas el orgasmo tiene un nivel superior que no siempre el ser humano es capaz de alcanzar si antes no ha habido una preparación emocional y psicológica adecuada. Y ese nivel o estado superior es el éxtasis. Las sacerdotisas podían proporcionar el orgasmo a los fieles corrientes en las prácticas sexuales del templo (algo así como la misa semanal cristiana) pero muy pocos elegidos/as eran capaz de alcanzar el estado de éxtasis, que es cuando las energías cotidianas humanas se abren y comulgan con energías superiores.
El éxtasis nos lleva más allá de los límites del ego e incluso de la percepción ordinaria. El cultivo del éxtasis es todo un camino, una nueva senda que las sacerdotisas sagradas realizaban tan sólo con unos pocos iniciados/as. El éxtasis es una experiencia que nos eleva a un nivel superior de conciencia. No se trata de orgasmos múltiples ni nada parecido como algunos creen. El éxtasis va más allá de lo físico, pues se trata de una experiencia total que trasciende el orgasmo biológico. El éxtasis es la explosión/expansión de la Luz del Cerebro. Aquellos que habían despertado la Serpiente podían alcanzar el éxtasis que conduce al reino superior, al otro lado de la puerta perceptiva donde habitan los dioses
La Diosa dice:
Yo he estado contigo desde el principio. Si aquello que buscas no lo encuentras en tu interior, nunca lo encontrarás en el exterior.
Para la antigua religión la Diosa es inmanente en el mundo. Manifestada en la naturaleza, en los seres humanos y en la comunidad. Por ello un acto de sexualidad sagrada es un acto religioso y no profano. Quizá la mayoría de las mentes actuales, deseducadas por el patriarcalismo jerárquico, no puedan comprender esto.
Sin embargo, si alguna vez llegamos a ser verdadera y plenamente humanos vislumbraremos a la Diosa manifiesta
Un buen cocinero puede dar placer a nuestro paladar. Un poeta a nuestra sensibilidad. La sexualidad es la fuerza que permite la perpetuación de la vida, pero además el orgasmo sexual reequilibra la red neurológica, ya que proporciona una necesaria descarga nerviosa placentera superior a la de la rutina cotidiana. La experiencia orgásmica periódica y cíclica evita que en las etapas adultas el ser humano padezca una variada gama de consecuencias psicosexuales anormales, que van desde el sadomasoquismo a la frigidez, pasando por orgasmos insatisfactorios, compulsivos, violentos, etc. que cultivan todo tipo de patologías psíquicas y físicas, aún ignoradas por la Psiquiatría actual.
Las antiguas sacerdotisas de la Diosa se percataron de la necesidad orgásmica del ser humano para su equilibrio psíquico y físico. Por ello pretendieron incluir el orgasmo como una terapia necesaria e imprescindible en la salud de una comunidad social. Siendo ellas en aquella lejana época quienes lideraban religiosa y políticamente la sociedad establecieron el orgasmo como un sacramento religioso. En los templos sacerdotisas y sacerdotes mantenían prácticas sexuales con la comunidad dentro de una cierta liturgia (aunque no se debe confundir esto con la promiscuidad profana que es diferente). E incluso toda mujer mantenía al menos una vez en su vida una relación sexual en el templo de la diosa o dios del amor.
Así la diosa habla a las sacerdotisas y dice de sí misma: Una prostituta compasiva soy. Compasiva porque comparte la pasión y la emoción del ser humano y la reequilibra sanándola. Compasión no es tener pena de los demás. Sino compartir su pasión, su emoción, para poder ayudarle y redimirle. Las sacerdotisas, las pro stares, las prostitutas sagradas sabían que el orgasmo no es un pecado vergonzoso sino una tensión y explosión neurobiológica necesaria para el equilibrio orgánico. Si el orgasmo se desestructura lo hace también el organismo, tanto si es por exceso como por carencia. Las sacerdotisas de la Diosa del Amor cultivaban el arte del orgasmo revitalizador, evitando que la sociedad cayera en todo tipo de orgasmos enfermizos. Algo que es común en las sociedades que hace tiempo perdimos la bendición de la Diosa del Amor
Mas el orgasmo tiene un nivel superior que no siempre el ser humano es capaz de alcanzar si antes no ha habido una preparación emocional y psicológica adecuada. Y ese nivel o estado superior es el éxtasis. Las sacerdotisas podían proporcionar el orgasmo a los fieles corrientes en las prácticas sexuales del templo (algo así como la misa semanal cristiana) pero muy pocos elegidos/as eran capaz de alcanzar el estado de éxtasis, que es cuando las energías cotidianas humanas se abren y comulgan con energías superiores.
El éxtasis nos lleva más allá de los límites del ego e incluso de la percepción ordinaria. El cultivo del éxtasis es todo un camino, una nueva senda que las sacerdotisas sagradas realizaban tan sólo con unos pocos iniciados/as. El éxtasis es una experiencia que nos eleva a un nivel superior de conciencia. No se trata de orgasmos múltiples ni nada parecido como algunos creen. El éxtasis va más allá de lo físico, pues se trata de una experiencia total que trasciende el orgasmo biológico. El éxtasis es la explosión/expansión de la Luz del Cerebro. Aquellos que habían despertado la Serpiente podían alcanzar el éxtasis que conduce al reino superior, al otro lado de la puerta perceptiva donde habitan los dioses
La Diosa dice:
Yo he estado contigo desde el principio. Si aquello que buscas no lo encuentras en tu interior, nunca lo encontrarás en el exterior.
Para la antigua religión la Diosa es inmanente en el mundo. Manifestada en la naturaleza, en los seres humanos y en la comunidad. Por ello un acto de sexualidad sagrada es un acto religioso y no profano. Quizá la mayoría de las mentes actuales, deseducadas por el patriarcalismo jerárquico, no puedan comprender esto.
Sin embargo, si alguna vez llegamos a ser verdadera y plenamente humanos vislumbraremos a la Diosa manifiesta
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