lunes, 13 de junio de 2011

Hija de Dios y Madre de las cosas ...

«Hija de Dios y madre de las cosas, lazo del mundo y firme nudo suyo, belleza de la tierra, espejo de cuanto pasa, antorcha del globo»




«Tú que sometes a tus riendas el paso del mundo, anudando con un nudo de armonía todo cuanto afirmas en el ser, y que con el cemento de la paz logras unir el cielo con la tierra»



«El mundo rejuvenece por tu signo, el bosque ve rizarse su cabellera de hojas y, cubriéndose con el manto de tus flores, se enorgullece la tierra»





 
En el universo todo puede aprenderse, y los secretos más escondidos en él se nos descubren. Cuando los monjes cistercienses y cartujos construyen sus monasterios en lugares desiertos, no se trata tanto de huir de los lugares habitados como de estar rodeado de una naturaleza que servirá de apoyo a su pensamiento contemplativo. Los elementos, el viento, los insectos, los árboles y las flores, se convierten en materia de enseñanza.




La mariposa es corrientemente asimilada a un ángel, pues como él se alimenta de luz. Sus alas le permiten captar las energías cósmicas y cruzar los océanos alimentándose sólo de la luz solar. Al pájaro también se le compara con el ángel, pues gracias a él el cielo desciende, mientras la tierra se alza con la serpiente. Las flores parecen mudas, y sin embargo su belleza, su color y su perfume traducen su lenguaje. Por eso los místicos preguntarán a las flores de los prados como conviene glorificar a Dios.







Cuando el hombre meditativo mira hacia la tierra, comprende por qué es a la vez siempre virgen y madre: virgen, porque espera constantemente la semilla divina; madre, porque da a luz sucesivamente a numerosas cosechas. La tierra está cara al cielo del que recibe el rocío, así como las lluvias y el sol que van a provocar el estallido del germen y su crecimiento.

Extraido de Iniciación Simbologia Romanica

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